domingo, 25 de septiembre de 2011

LA RUBIA (III)

A la hora convenida del lunes, nos vimos en la maquina del café, había mas gente así que no pudimos hablar, pero la hice un gesto con la cabeza y ella asintió. Le mande un mensaje al teléfono para quedar en vernos por la tarde en el sitio habitual.

Confirmó su deseo de ser mi esclava, le hice que suplicara tal condición y como llevaba falda, cosa ya casi habitual, le ordene que se quitara las bragas allí mismo, en la mesa. Una vez que se las quito, me las dio y me quede con ellas. Hablamos de nuestras cosas. Entre ellas que fijaba un plazo de dos meses para probar y le recordé que una negativa supondría el fin, pero que siempre tendría esa posibilidad. Quedamos en una cita para el viernes en el mismo sitio.

No sé por que pero llevaba las bragas en el bolsillo, las tocaba y me excitaba. El miércoles le mande un msn para que fuera a la cafetería del edificio sobre las 16 horas, después de la comida se quedaba muy tranquila.

Cuando llegue estaba allí, tomando un café, yo pedí otro. Me lo tome y la hice un gesto para que me siguiera, como ya dije la discreción era fundamental en el trabajo. Espere fuera, cuando salió, camine por un par de pasillos y llegamos a un cuarto de mantenimiento del edificio, allí no iba nadie y menos a esas horas. Si mediar palabra, la apoye contra la pared. Comencé a tocarle los pechos y las nalgas. Saque las bragas de mi bolsillo y las metí en su boca. La gire y subí su falda, su culo estaba a mi vista, aparte la parte trasera del tanga, busque su vagina y la penetre. Fue un polvo rápido, solo me preocupe de mi placer, si ella llegaba bien y sino pues también. Cuando explote dentro de ella, Alicia no había culminado, pero si estaba muy excitada. Salí dejándola en el cuarto, no me importaba si quería masturbarse o no.

Fuimos teniendo sesiones en el club, al principio en privado y luego en publico, cosa que la ponía especialmente nerviosa. De vez en cuando incorporaba a otra esclava. Me confeso que eso la excitaba mucho. Incluso una vez hicimos una sesión con una Ama y su esclavo. Así fue pasando el periodo de prueba.

Cuando llego el momento quede con Alicia para saber si quería seguir, yo suponía que lo deseaba, pero nunca se sabe. Por supuesto que dijo que si, respondió que era mía sin condiciones. El tiempo que llevábamos juntos hizo que la conociera mejor y comprobé que era una mujer deseosa de avanzar en su sumisión. Se notaba que estaba contenta. Procure que no afectara a su trabajo pero se hicieron comentarios de que había cambiado algunos aspectos de la relación con sus trabajadores.

El siguiente fin de semana quede con ella a la salida del trabajo. La lleve a una tienda de tatuajes y piercing. El dueño era un conocido del club, mientras que nos atendía, me entretuve viendo los diferentes tipos de aretes para pezones. Pregunté a la rubia sobre si le gustaban algunos de los que vimos. Estaba intrigada y la curiosidad puedo con ella.

Me vas anillar los pezones –me preguntó-

No la conteste, pero mi silencio la hizo comprender cual era la respuesta.

Mi amigo nos saludó, le dije esta es la esclava de la que te hable, mientras había cogido el pirsing que quería para sus pezones. Le seguimos a la parte de atrás, disponía de una camilla divida en tres partes, uno de los extremos estaba bajado. Desnúdate y tumbate ordene a mi esclava. Lo hizo rápidamente. Fue atada con una correa por la cintura, sus muñecas a los bordes de la camilla y los tobillos a las patas de la camilla por que sus sexo quedo abierto y a la vista.

El profesional se lavó las manos y se puso guantes quirúrgicos. Luego higienizo los pezones y las aureolas con algún tipo de desinfectante. Alicia parecía tranquila, aunque su cara si manifestaba algún temor.

Me pido que le ayudara sujetando y estirando los pezones, mientras que él procedía a perforarlos. Por el gesto de la rubia, aprecie que debió dolerle, pero no grito. Apenas salieron un par de gotas de sangre. Metió la barrita y le puso las dos tuercas de las puntas. A continuación procedimos de la misma forma con el otro pezón.

La verdad es que eran bonitos y quedaban bien.

La deje reposar unos minutos, mientras que elija las anillas. Se las di al dueño del establecimiento. Me volvió a pedir ayuda. Cuando Alicia notó que le estiraba uno de los labios vaginales dio un respingo. La mire y estaba pálida. La agarre de una mano y se precedió a perforarle el labio. Dio un grito de dolor. Mi amigo le puso el anillo. Con el otro labio se le saltaron las lagrimas al perforarlo. En esta ocasión sangro un poco mas que con los pezones.

Salimos a la tienda, dejándola sola. Pague el servicio. Cuando volví la acaricie la cabeza y la cara, pero no le dije nada. La desate. Se incorporo. La acompañe ante un espejo para que se viera. Estas muy bella, le dije, te sientan de maravilla. No sé que decir, respondió, me ha pillado de sorpresa. Vístete la ordene.

La lleve a mi casa, durante el trayecto no hablamos, parecía que estaba pensando en lo que había ocurrido. Nos sentamos en el sofá.

Te voy a dar unas pautas de comportamiento –dije-

Sí, Señor.

Cuando estemos en tu casa o en la mía –la indique- estarás siempre desnuda.

Sin decir nada, comenzó a desnudarse. Muy sumisa y obediente, pense.

Di una palmada en el sillón y se sentó.

Puedo preguntarte una cosa, Señor.

Claro –respondí-

¿Alguna razón para que esté desnuda?, aparte de que es tu deseo.

Claro que la hay, esclava, eres preciosa y quiero disfrutar de ti en cualquier lugar o circunstancia, le respondí.

Hablamos de temas intrascendentes. Voy a por una cerveza –dije- ¿quieres una?

Si Amo –respondió- ¿pero no debería ser tu esclava la que fuera?

Tal vez, pero no quiero una esclava domestica, le respondí. Anda ve a por las cervezas le dije.

Cuando volvió tome mi cerveza y le dije que se arrodillara.

Te voy a enseñar la postura de descanso para cuando no tengas alguna tarea o yo te diga otra cosa –le comente-

Una vez arrodilla, apoya tus nalgas sobre los talones, rodillas juntas y las manos repósalas sobre los muslos. La vista baja, salvo indicación mía –le indique-

Terminamos las cervezas.

¿Alicia cuanto mides y pesas? –le pregunte-

1,66 y unos 59 kilos –respondió-

Tengo la impresión que te sobra dos o tres kilos.

Me levante y fui al baño a por una bascula. Tengo una digital de esas que hablan. La puse en el suelo y le ordene que se subiera. Peso 59 kilos y 120 gramos.

Tienes dos semanas –le dije- para pesar 57 kilos. Deberás mantener ese peso, ni perder ni engordar. Tienes un margen de oscilación de 100 gramos hacia arriba o abajo, ¿entendido rubia?

-Sí Señor –respondió-

Por cierto, por cada gramo que te pases recibirás un azote, incluyendo los 100 de margen que tienes, es decir si pesas 57,124, recibirías 124 azotes. ¿Te ha quedado claro?

Asentó con la cabeza.

Desde este momento tienes prohibido cualquier tipo de sexo obtenido por tu cuenta. Solo lo tendrás cuando yo te autorice. No dijo nada.

Fui a un armario y saque una cosa que había comprando sin que ella supiera nada. Le enseñe el contenido de la caja.

¿Sabes lo que es?

No Amo me respondió.

Ponte de pie -le ordene- Es un cinturón de castidad, se lo coloque mientras que le decía que como era una mujer caliente y fácilmente excitable, quería evitarle el problema de tener que confesarme que no había cumplido mi orden sobre el sexo. La explique que por su moderno diseño no tendría problemas cuando tuviera que usar el water ni para el aseo de la zona.

Por su cara supe que no le gusta nada la idea ni el cinturón.

Me senté en el sofá y ella se arrodillo como tenía que hacerlo. Al rato la hice señas para que viniera conmigo. Se sentó junto a mí y la abrace, apoyando su cabeza en mi. Esa tarde habían pasado muchas cosas y considere que debía mostrarme cercano y que supiera que estaba con ella.

Al poco tiempo estaba prácticamente tumbada, su cabeza en mis rodillas. Yo no podía dejar de mirarla. Tenia una media sonrisa, parecía contenta y una expresión luminosa. Me preguntó por que la miraba tan fijamente. Se lo dije.

Estoy contenta por todo lo que esta sucediendo –me respondió- Hoy me he sentido como una propiedad tuya, me has hecho lo que has querido y estoy contenta, tranquila, quizás feliz.

Hice que se incorporara, yo también me puse de pie. La di una palmada en el culo y le dije que se vistiera que nos íbamos a cenar. Se fue hacia donde tenia la ropa diciéndome

-Si mi Amo.

Era la primera vez que me llamaba asi.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

LARUBIA (II)


La semana siguiente comenzó normal, cada uno con su trabajo y yo dejando a Alicia tranquila. De vez en cuando nos cruzábamos por algún pasillo, y pensaba en lo perra que era, cosa que me excitaba. Recuerdo que el era miércoles y en uno de esos cruces observe que por encima del pantalón asomaba la cinturilla rosas de sus bragas. Al rato, aburrido de mi trabajo, pense en ella y se me ocurrió una pequeña broma, pero que quizás podía salir mal, ya que la rubia me había interesado de verdad. Cuando se me presentó la oportunidad, la deje una nota en su mesa. La decía ya sabes quien soy, esto es una prueba para que estés segura que sé quien eres. Si sigues interesada, deseo que me dejes tus bragas rosas, la indicaba el sitio donde debía ponerlas y también quiero que escribas en la parte de atrás "la perra".

Lo que hubiera dado por ver su cara al leer la nota, pero no podía. Paso delante de mí, camino del sitio que la había indicado. También la vi al regreso. Al rato fui yo y allí estaban las bragas, seguía interesada, pero me cuide de cogerlas. Al salir me tope con Alicia, nos dijimos hola y continúe mi camino, ella entró de nuevo. Pretendía averiguar quien era Amo-Mascara.

Transcurrió la tarde, salió de la oficina, su horario terminaba medio antes que el mío. Antes de irme a casa, recogí las bragas de la rubia. El texto lo había escrito en la parte de abajo. La semana termino sin mas novedades.

El día de la cita la hice esperarme media hora. Hola Alicia, la dije. Estaba resplandeciente, llevaba un bonito vestido, a medio muslo, con una raja en el muslo derecho, escote pronunciado y zapatos de tacón alto, pero sin exagerar.

Buenas noches Señor, me respondió. Yo llevaba la mascara puesta.

Como comprobaste, te dije la verdad sobre conocerte y además sabes de donde.

Si –respondió- no me gusto que fuera del trabajo, pero tu nota me gusto y me excito, no pude resistirme.

Parece que te excitas con facilidad.

Si Señor, me gusta el sexo, soy caliente y fácilmente excitable, me dijo.

Vamos, Alicia. Me dirigí hacia los reservados, me siguió un par de pasos detrás de mí.

En la estancia, la deje en el centro y me senté en el sofá que tenían todas. Me entretuve mirándola. Sin ser una mujer espectacular, era muy sexi.

Decidí que era el momento de que supiera quien era, le dije que me iba a quitar la mascara. Como desee Señor, contesto. Cuándo me vio la cara solo dijo, tú!!!. Nunca lo hubiera sospechado.

Tampoco yo esperaba que tú fueras una sumisa. Que sorpresas!!

Ahora tienes que decidir si sigues interesada o no.

Acaso lo dudas Señor –respondió-

Quítate el vestido, le dije. Debajo solo llevaba un tanga y los zapatos. Ahora exibete ante mí.

Me levante y me acerque a ella. A ver que tal es la mercancía, -comente- comencé a palpar su cuerpo. Tenia las carnes prietas, sobre todo las nalgas, se lo dije. Le rompí el tanga, llevaba el sexo rasurado completamente. Eso me agradó, ya dije que es como me gusta que las sumisas lo tengan.

Complaciente –dije-

Señor, comento, es como deseas que las sumisas tengan el sexo.

De unas argollas que había en el techo, colgaban unas cuerdas, le ate las manos y el otro extremo de las cuerdas lo ate en unas argollas de la pared, quedo con los brazos en alto y tocando el suelo con la punta de los dedos de los pies. Prefiero esta postura para azotar ya queda acceso a todo el cuerpo, en la clásica cruz en equis una parte queda a cubierto. Comencé suave con una fusta, tanteándola, subí la fuerza de los azotes pero espaciándolos. Quería probarla pero al mismo tiempo que sintiera dureza. Sus suspiros fueron cambiando a gritos con cada golpe.

Cuando lleva unos 20 azotes, pare. Pase la mano por sus labios vaginales, estaban mojados, en su cuerpo se apreciaban las marcas rojizas de la fusta. Comencé a masturbarla hasta que gimió.

Luego con una paleta trate sus nalgas, hasta que se pusieron bien rojas. Volví a su sexo, estaba aun más mojado que antes, seguí masturbándola hasta que vi que la faltaba poco para llegar, no le di oportunidad de pedir permiso para correrse.

La deje descansar un rato, luego la desate. Me gusta darles un beso o más bien lo que se llama un pico después de un tratamiento, cuando se comportan y Alicia sé estaba comportando, pero ella no lo sabia, así que se sorprendió cuando lo hice.

Le entregue las bragas rosas, ordenando que se las pusiera y que se arrodilla con el culo en pompa. El texto no quedaba muy bien, lo escribió con las bragas quitadas. Encima de la perra escribí Alicia, es decir, se le leía "Alicia la perra". Se lo comente, no dijo nada, aceptándolo. La puse un collar en el cuello con una cadena.

Ahora vamos a tomar un refrigerio en la sala.

Si Señor, contesto. Note cierto nerviosismo, debía ser la primera vez que la exhibían en publico de esta manera.

En tus bragas llevas escrito "Alicia, la perra", la dije, compórtate como tal.

Tire de la cadena y salimos de la habitación. No la obligue a ponerse a cuatro patas, aun.

Una vez en la sala, dimos una vuelta, me pare a hablar con algunos conocidos. Cada vez que esto ocurría, la rubia se arrodilla, apoyando las nalgas sobre los tobillos. Luego continuábamos el recorrido por el local.

Vi que la barra estaba vacía, me decidí a sentarme allí para tomar algo y así la perra quedaba mas a la vista de todos.

Pedí mi bebida y una especial para Alicia, que estaba sentada en el suelo. Cuando nos sirvieron, puse su plato lleno de leche en el suelo para que bebiera. Dudo, tardo un rato, pero se tomo la leche. Me encontré un amigo que me saludo, comentamos alguna cosa y me dijo bonita perra llevas, me felicitó por mi buen gusto.

Termine mi copa, a ella aún le quedaba leche, no me gusta esperar –le dije- Apuro el plato y me levanté. Comencé a caminar hacia la cueva. Alicia me siguió a cuatro patas sin que yo se lo indicara, evidentemente la deje. No sabia si era por lo de esperarla o por que sentía una perra, me daba lo mismo.

Lo primero que hice cuando llegamos fue incorpórala, pero de rodillas. Cogí una paleta corta de cuero, divida en dos.

Extiende las manos, juntas, las palmas hacia arriba –la indique-

La palmee fuerte, bien fuerte, hasta que lloro. Pare y la abrace para que se tranquilizara. Tu primer castigo, ¿sabes por que? –pregunte-

Por hacerte esperar, Señor –respondió-

Para que se relajara y volviera a excitarse, por que estaba dolorida, decidí que me hiciera una lamida de polla. Me senté en el sofá y la llame para que viniera.

Le indique que sacara mi pene de los pantalones. Quedo esperando, la mire los ojos y parecía que lo deseaba, la dije que me la metiera en su boca. Lo hizo delicadamente, con suavidad. Controle el tiempo y estuvo unos 20 minutos. La ordene parar y que fuera al centro de la sala.

Se disponía de una especie de potro, la ate. Su culo quedo bien expuesto. Me fije en su ano y vi que sin estar lo que suele decir abierto, si había sido usado.

La introduje un dildo en el culo. Use una palmeta en sus nalgas hasta que se pusieron coloradas. Luego pase a su cabeza, le metí la polla en boca y con una fusta, que es mas larga, seguí con sus nalgas mientras que me comía.

Al rato, me separe de ella y fui hacia su trasero. Comencé a mastúrbala mientras que la metía y sacaba el dildo de su ano. Luego la penetre. Cuando estuvo bien caliente la desate. La lleve a una mesa y la puse boca arriba. La penetre, dejándole el dildo en el culo. La acometía violentamente, pidió permiso para correrse, no se lo di. Aguanto. Explote dentro de ella. Al poco volvió a pedir permiso, ya se lo di. Eso si que fue una explosión. Cuando recuperamos algo la lleve a sillón y nos quedamos un rato descansando. Me solicito ser mi esclava, en exclusiva. Le dije que no, pero insistió. Le indique que lo pensara durante el fin de semana, que ahora estaba loca por el orgasmo y cosas parecidas y que el lunes en la oficina la esperaba sobre las once en la maquina del café para que me dijera lo que había decidido.


(continuara)

lunes, 5 de septiembre de 2011

LA RUBIA (I)





LA RUBIA
Lo primero decíros que soy un Amo con bastante experiencia, cerca de los cincuenta. Nunca me ha apetecido tener una esclava en exclusividad u dedicarme a ella. He preferido tener variedad aunque esto me ha provocado tener temporadas de poca actividad. Por esto cuando en mi ciudad surgió un club para los amantes del BDSM no dude en apuntarme. Con el tiempo me hice una buena reputación y desde entonces no he tenido problemas para satisfacer mis necesidades.
Para mantener un poco el misterio, en algunas ocasiones suelo usar una mascara, pero los habituales del club saben quien se esconde detrás de ella. Me conocían como el Amo de la mascara.

El centro dispone de una sala pública para realizar sesiones delante de espectadores, pero también posee salas privadas. Todo ello bien equipado, por lo que por una cuota mensual tengo acceso a las salas y al material, aparte del que desee llevar.
Una noche estaba allí, la mascara puesta, ya que había concertado una primera cita con una esclava.
Vi una caballera rubia que me resulto conocida, para mi sorpresa, descubrí que pertenecía a una mujer que trabaja en la misma multinacional que yo, en diferente departamento. Ella era una jefecilla, lo que suele llamar un mando intermedio, por fortuna no mandaba sobre mí, pero sus cosas si podían afectar a mi departamento y por tanto a mí y más de una vez había ocurrido.
Estaba tranquilo, no me iba a reconocer por la mascara ni por la voz.
Me tomaba una copa, mientras que esperaba la hora de mi cita, cuando vi que la rubia se acercaba a mí. Debo decir que las normas y reglas habituales del BDSM no se observaban a rajatabla en la zona de copas, que es como un PUB ya que es la forma de iniciar los contactos.
Cuando estaba junto a la mesa donde estaba, me dijo "El famoso Amo-Mascara. Buenas noches, Señor" Estaba claro que era una sumisa. Una nueva sorpresa que me deparaba la noche.
Buenas noches, respondí, poniendo todo lo que puede dureza en la voz y tratando de mostrarme distante.
Podemos hablar, me pregunto.
Sentí curiosidad, así que, le dije que podíamos.
Me comento varias cosas entre ellas que llevaba un par de años como sumisa y que acudía por el local desde hacia unos seis meses. Que había oído hablar sobre mí, bastante bien.
Seguimos charlando, la verdad era que empezó a gustarme. Me dijo que si me parecía interesante probarla como sumisa que estaba dispuesta. No me sorprendió ya que no era la primera vez que me ocurría.
Me vi en la necesidad de confesarla que la conocía, que sabia quien era y que se llamaba Alicia y que ella seguramente me conocía (o por lo menos le sonaría mi cara) pero no dije nada del motivo por el que la conocía, aunque insistió un poco, la corte en seco, como corresponde a un Amo. Contento que supiera su nombre no significaba que la conociera, podía haberlo escuchado en el club, pero que tampoco tenía motivos para dudar de mi palabra. Estaba yo enfrascado en la conversación, cuando oí que alguien me decía "Señor, son las doce de la noche, me presento ante usted, como me ordeno"
Ve a la sala tres y espérame, le respondí, por descontado que era la esclava que esperaba.
Ummm, dijo la rubia, tiene una cita, perdone por entretenerle.
No importa, respondí y me levante de la mesa.
Señor, dijo ella, ya se que es una sesión privada, pero me gustaría mucho verla.
No creo que sea conveniente, le respondí, recuerda que te conozco.
Usted ya conoce mi "secreto" da igual, sabe quien soy.
En eso tenia razón pero no quería que nos enredásemos a pesar de que la tenia ganas.
Estando en una sesión, puede ocurrir cualquier cosa y puedo usar a cualquiera que este en ella, le respondí, por si se amilanaba, pero deseaba que entrara conmigo. Estaba excitado como hacia tiempo que no lo estaba.
Me acompaño a la sala, le ordene que se sentara en un pequeño sofá que había y que no se moviera de allí.
Comencé a dominar a la esclava, entre azotes, ataduras, fustazos, en fin lo habitual. De vez en cuando miraba a la rubia, que gustaba ver su cara sonriente. Me di cuenta que tenia la mano encima de sus bragas. Esta excitada, pense. En ese momento tenia a la otra chica de desnuda y de rodillas. Se me encendió la bombilla de mi cabeza.
Me acerque a la rubia y le dije que subiera las piernas. Lo hizo de inmediato, apoyando sus pies en el borde, luego le separe las rodillas con la fusta.
Perra –dije- ven y come el coño de mi amiga.
La chica se puso a cuatro patas y comenzó a cercarse. La cara de Alicia cambio, me di cuenta de una cosa.
No has estado con una chica, le pregunte.
Asintió con la cabeza. No te oigo –grite- y ella confirmo con una voz algo tímida.
Algún problema, la espete.
Ninguno, Señor, respondió.
La esclava hizo lo que le había ordenado. Se aplico en su tarea, al poco Alicia comenzó a suspirar. Vi como le asomaba una parte del bello púbico, parecia algo arreglado, pero a mi me gusta que este completamente rasurado. Se lo dije a Alicia.
Al rato, le pregunte que hacia una sumisa cuando iba a tener un orgasmo. Pedir permiso, respondió. Bien, dije yo.
La esclava seguía lamiéndola. Al poco tiempo la rubia me pidió el permiso para correrse, por descontado que se lo negué, mientras que la perra seguía con la lengua en su vagina pero aminorando la intensidad. Era buena perra.
Separe a la esclava y seguimos con nuestras cosas. Alicia seguía mirándonos, me dio la sensación de que deseaba participar, pero no se atrevió a decirlo.
Termine con la esclava y volví a mandarla que comiera a Alicia. El resultado fue similar a la vez anterior. Al rato me pidió permiso para correrse y de nuevo se lo denegué. Le dije a la esclava que podía ir a la ducha.
Cuando nos quedamos solos, comente que yo también iba a ducharme. La rubia manifiesto su deseo de que habláramos y que me esperaba fuera. No me apetecía ese plan, así que la dije que si quería hablar seria el siguiente fin de semana y que cuando saliera de los reservados no deseaba verla en e local, que se marchara.
(continuara)