Hace unos cuatro años, vivía en una gran ciudad, dedicado a mi trabajo y pasarlo bien con mis amigos y amigas. Un día recibí una carta de una bufete de abogados en la que me comunicaban que era el heredero de un lejano pariente del que nunca había oído hablar a mis padres, pero que resulto que era tío en tercer o cuarto grado de mi madre. La herencia consistía en una hacienda, dinero en efectivo y valores, en un país limítrofe con el mío. Pense que era una locura en si mismo, por lo que decidí vender la tierra y hacerme con el dinero.
Los licenciados me indicaron que debía viajar para firmar los papeles y tomar posesión. Así lo hice. Cuando llegue comprobé que estaba muy alejada de la capital, en una zona rural. Una vez tome posesión de mi herencia en la capital del departamento, me llevaron en una avioneta a conocer "mi tierra". Tras dos horas de viaje, tomamos tierra en una pista. Nos esperaban con un todo terreno. Me presentaron al capataz de la explotación y nos dirigimos a la casa. La verdad era francamente bonita la finca, tenia una de agrícola, otra ganadera y una tercera algo montañosa. El capataz me informó que trabajaban casi 300 personas. Tenia una amplia casa, bien conservada y diferentes construcciones auxiliares para las labores propias.
Me instale en mi nueva casa y decide pasar unos días viendo la hacienda y tratando de valorar su precio. Revise la contabilidad y la verdad era bastante rentable. Al final decidí quedarme por mas tiempo, no había prisa para vender.
Fui invitado por otros hacendados y recibido por las autoridades locales. Trabe amistad con el hijo de uno de ellos, mi amigo Juan. Observe una cosa que me llamo la atención, los hacendados tenían algunas mujeres a su servicio. Juan me explico que eran esclavas. Me llamo mucho la atención, pense en la antigua Roma, pero mi amigo me dijo que no era exactamente eso, eran mas bien esclavas sexuales en línea con el sadismo y el bdsm. Evidentemente yo había oído hablar de eso, pero nunca intereso especialmente. Por el trato que observe que les daban a las chica y por cosas que investigue en la red empece a interesarme. Le dije a Juan que si yo podía tener una esclava, me contesto que podría tener no una si no varias, ya que mis medios económicos me lo permitían. Sobre la legalidad no le pregunte, ya que además de los hacendados, el alcalde como el jefe de policía tenían alguna esclava, por ese lado no había problema.
Hice alguna discreta indagación sobre el tema y de cómo conseguir mi propia esclava, pero no me aclararon mucho, a parte de cierto temor que me producía el tema.
Un día que fui al pueblo coincidí con el jefe de policía, le invite a tomar algo, por aquello de llevarse bien con la autoridad y no se si fue por el alcohol o por otra cosa le pregunte como podía conseguir una esclava y que eso no me produjera problemas. Se rió con franqueza, me dijo que podía comprar a cualquiera que vendiera una esclava, pero que no solía ser frecuente y otra comprársela directamente a una familia de peones que algunas veces vendían una hija o cuñada o sobrina. Así se quitaban una boca que alimentar y conseguían algo de dinero. Que podía ser de mis propios peones o de otras haciendas. No podía creer lo que oía. Debió ver mi cara, que volvió a reírse mucho mas fuerte que antes, pero me indico que esa era la costumbre del lugar.
Durante unos cuantos días pense en eso y poco a poco se me fueron quitando las ideas de la cabeza. Al cabo de unos meses mi amigo Juan me invito a ir a una hacienda para ver el marcado de los caballos, lo bueno realmente era la fiesta posterior, la comida y esas cosas. Desde luego que acepte. En la fiesta hoy hablar de que un peón de la hacienda quería desacerse de una de sus hijas, por lo visto tenia cinco. En ese momento mi mente comenzó a recordarme lo que yo creía haber olvidado. Hice unas discretas averiguaciones ya que en el fondo me daba vergüenza, pero mi pene esta duro como una piedra.
Al cabo de unos kilómetros, pare y la subí a la parte trasera, íbamos muy despacio y no quería arrastrarla por el suelo. Por más que le dije que no lo hiciera, no dejo llorar todo el camino, eso me puso nervioso. Al llegar, la baje del coche y del pelo la arrastre hasta una especie de cobertizo que había junto a la casa. Le puse una cadena en su collar y la ate a una argolla en la pared. Suplicó y rogó, la dije que pensara en lo que le había hecho su familia y en el cambio de vida que la esperaba. Yo estaba muy excitado deseaba cojerla allí mismo, pero no era el plan que tenía en mente. La deje sola.